Al despuntar el siglo VII el imperio romano de Oriente, más conocido desde hace tres siglos como imperio bizantino, era lo más parecido al centro del mundo. Su capital, la ciudad de Constantinopla, tenía más de medio millón de habitantes y era un emporio comercial y cultural de primer orden, el más importante del Mediterráneo. Desde allí se gobernaba un imperio inmenso que iba desde la costa sur de Hispania hasta los desiertos de Oriente Medio y desde el valle del Danubio hasta el del Nilo. Como poder hegemónico Bizancio marcaba las modas y extendía su influencia mucho más allá de sus fronteras. Pero el trono lo ocupaba un emperador no especialmente popular, Focas, un militar que en el año 602 había depuesto a Mauricio, el último emperador de la dinastía justiniana.

Fue en ese momento cuando apareció Heraclio, hijo del exarca de África que alentó una revuelta contra Focas y reclamó el título imperial. Heraclio heredó un imperio en crisis, amenazado por los persas sasánidas por el este y los ávaros por el norte, pero tenía voluntad de devolver a Bizancio su antiguo esplendor. No fue asunto sencillo. Durante el reinado de Focas el imperio había perdido el pulso y cedía en todos los frentes. Los persas de Cosroes II se habían apoderado del Levante y se habían abierto camino por Anatolia hasta el Bósforo. La mismísima Constantinopla llegó a estar bajo asedio, pero la ciudad estaba bien protegida por sus imponentes murallas y una gran armada. Heraclio rechazó a los persas y pasó al contraataque.

Pero era mucho el trabajo pendiente. Reorganizó el ejército y se lanzó contra los persas, a quienes terminó venciendo tras una serie de campañas victoriosas que consumieron varios años. Llegó incluso a tomar y saquear el palacio de Cosroes en Dastagird, a orillas del Tigris. Aquello le costó la corona al emperador persa, que fue derrocado por su hijo, Kavad II, quien suplicó un tratado de paz a los bizantinos. Heraclio fue magnánimo y se lo concedió, pero sólo a cambio de que se retirasen de todos los territorios que habían ocupado. Se reservó también el título de rey de reyes que tradicionalmente llevaban los monarcas persas. Esa victoria le consagraría como el gran restaurador que aseguró la pervivencia del imperio. Para celebrarlo devolvió la Veracruz a Jerusalén y adoptó el título de Basileus, una palabra griega que significa soberano y que los emperadores de Bizancio utilizarían durante ocho siglos.

Pero la prolongada guerra entre persas y bizantinos dejó exhaustos a ambos. Apareció entonces otra amenaza en los confines sudorientales del imperio, la de los árabes que, acaudillados por el califa Umar, penetraron en territorio bizantino y conquistaron en un periodo muy corto de tiempo Siria, Egipto, Armenia y Mesopotamia. El imperio persa sucumbió, el bizantino consiguió resistir, pero despojado de sus regiones más ricas y pobladas.

A pesar de las pérdidas territoriales, Heraclio dejó un magnífico legado que permitió que Bizancio sobreviviese al huracán desatado en el desierto arábigo a mediados del siglo VII. El islam se expandió en todas direcciones, pero no consiguió rendir a los bizantinos, en buena medida por las reformas militares y administrativas que Heraclio puso en marcha. A él se debe, por ejemplo, que el griego se convirtiese en la lengua imperial por encima del latín, o que el corazón del imperio se trasladase a Anatolia y el sudeste de Europa. El Bizancio medieval nació con él y su dinastía. Durante siglos los reyes latinos de Occidente le profesaron una rendida admiración, le consideraban el príncipe cristiano por excelencia y así lo hicieron ver en cuadros y esculturas. Todos en mayor o menor medida se sentían herederos de Heraclio, al que tenían como el primer cruzado.

Pues bien, para abordar esta interesantísima figura nos acompaña hoy en La ContraHistoria José Soto Chica, un sabio de nuestro tiempo que ya ha pasado por el programa en otras ocasiones, una de ellas hace un par de años para hablar del imperio bizantino. José es especialista en historia de Bizancio y, además de eso, un divulgador extraordinario.

Bibliografía:

– “Bizancio. Los primeros siglos” de John Julius Norwich – https://amzn.to/3RqiOZW
– “Historia de Bizancio” de Emilio Cabrera – https://amzn.to/4cjYMrM
– “Constantinopla” de Isaac Asimov – https://amzn.to/45liMbx
– “Breve historia de Bizancio” de David Hernández de la Fuente – https://amzn.to/3VDEggv
– “El imperio bizantino” de George William – https://amzn.to/3XluuRg

Los libros de José Soto Chica:
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Para consultar este podcast haz click aquí La ContraHistoria - Heraclio: el último héroe, el primer cruzado.